Parece que los últimos
datos estadísticos y las conclusiones que extraen los políticos
y entendidos sobre ellos les llevan a
anunciar que estamos saliendo de la recesión económica vivida, y que al parecer si no
llegamos a crecer este año, tampoco iremos a peor. Por otro lado, es cierto que las
cifras de desempleo están descendiendo si bien, y he aquí mi reflexión,
no entiendo por qué parece que cantamos victoria, cuando en realidad, nuestro
país se ha visto sometido a una brutal modificación
de su mercado de trabajo, de los modos de vida familiares y de las
posibilidades que éstas tienen de enfrentar el nuevo
futuro laboral. Incierto
y precario. Aún así todo acción, genera una reacción,
para algunos, de nuevas oportunidades laborales, para otros, segadora ingrata
de esfuerzos profesionales. Porque la pregunta es ¿quieres
trabajar?.
Esta crisis, además,
ha acentuado un mercado laboral dual, dónde también
existe un Norte y un Sur. Estos años no han pasado en vano para nadie.
En el norte se encuentran las personas que han visto pasar este tsunami sin que
la ola les haya llegado a rozar, y de hacerlo, muy levemente, para éstos
noticias de que el final de la recesión está cerca es la señal definitiva de
que la ola pasó y pueden respirar tranquilas, no hay nada que temer. Pero
para otras, muchas, miles, millones, a las que el tsunami alcanzó
de lleno, aceptar las condiciones que
les imponga el mercado, quieran o no, va a ser una cuestión de supervivencia. Cuando el panorama que se presenta es temporal, parcial y con una
devaluación salarial progresiva, yo hablaría, de que el empleo precario es un indicador
de riesgo de exclusión social, y afirmaría
que en este país, no tener empleo es ya estar excluido.
Pero es que, además,
para algunos, es difícil ponerse en el lugar de una persona que está
en desempleo, si antes no ha pasado por esto. Carlos Otto, es un buen ejemplo
de sentimiento compartido. Escribía el pasado mes de diciembre una “Carta
abierta a un desempleado español: gracias” en el que te
deja claro, que no eres un inútil, como otros, sin embargo, están
empeñados en hacerte creer. Porque también tengo muy claro que las personas que se
encuentran en esta situación de desempleo no la han elegido
voluntariamente, y hacen todo y más por encontrarlo.
Me preocupa este mercado, dónde
dicen que el currículum de siempre no sirve, dónde no todos encuentran el elemento
diferenciador, dónde la cualificación profesional y formación
no son garantías de acceso -que se lo digan a nuestros jóvenes
desempleados-, dónde los disparates salariales abundan, dónde
las barreras subliminales se acumulan, camufladas por las administraciones públicas
en programas de empleo temporales que pueden, a lo sumo, conseguir alejar el
problema unos meses más -para los elegidos-, dónde el autoempleo, a veces, se
presente como la salida, y dónde nadie nos contó
que una realidad de este tipo era posible y que no existe un manual de
emergencia claro y definido. Y esto no es pesimismo, es la realidad en la que
vivimos.
Así pues, ante este
panorama laboral, tus opciones se dualizan: abandonas o continuas. Este es
el filo de la navaja. En el primer caso, hay muchos y razonados motivos que te
justificarían. Si continuas, prepárate para cambiar muchas cosas, para
aprender otras tantas y para adquirir una capacidad de adaptación
camaleónica,
porque entramos en un mercado laboral nuevo, cambiante y diferente del hasta
ahora conocido, nos guste o no. Yo sólo quiero que las respuestas a
determinadas preguntas sigan siendo una derecho de elección
de las personas, y que pese a todo, no perdamos nunca las ganas de seguir
adelante.
“Todo
parece imposible hasta que se hace”
(Nelson Mandela)
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